Viñeta

 


¿Cómo hablar sin hablar? ¿Cómo decir algo sin decirlo? ¿Cómo revelar trozos de información sin tener que tomarse el explícito trabajo de hacerlo? Es una pregunta paradójica. No quiere decir que el “hablar”, “decir”, “revelar” necesariamente esté ligado a las palabras. Al fin y al cabo, lo físico también determina, indiscutiblemente. El cuerpo es ley y legislador.

En el cine y la fotografía, existe un recurso visual, casi invisible y muy poderoso: la viñeta. Un conjunto de píxeles que, por cuya orden nuestra, bajan sus niveles de brillo en las inmediaciones de los bordes del cuadro, llamando, de la manera más sutil e imperceptible, nuestra atención hacia el centro del mismo. Históricamente, las primeras cámaras poseían esta característica de manera natural como una consecuencia de su funcionar mecánico-químico. Pero el efecto psicológico era tan importante que hoy día se crea de manera digital. Tal vez eso quiero. Enviñetar mi entorno. Dirigir la atención externa hacia los aspectos que realmente quiero que sobresalgan. Oscurecer un poquito el panorama a mi alrededor para que la gente mire con más detenimiento. Pero lo que tiene la viñeta de ventaja lo tiene de consecuencia. Quien sea que se encuentre en el centro artificialmente creado de la imagen, su figura permanece inalterada.


Es innegable el poco, pero al menos palpable, “progreso” que las vidas de aquellas chicas vestidas de azul tuvieron en estos últimos años. Mi propia realidad actual es un eco de los gritos puestos en el cielo por las que llegaron antes. Las chicas altas de la noche. El secreto de hombres anónimos y los no tanto. Las chicas que, mientras el resto del mundo gira alrededor de sí mismo, hicieron todo lo posible para que la fuerza centrípeda no las arrojase al vacío infinito del espacio exterior. Expertas en medicina para el cuerpo y el alma, con su corazón roto pero calentito, encontraban el amor en los lugares más recónditos, escarbando profundo en lo que los demás descartaron como basura.

¿Qué hacer entonces con estas chicas? Las que reciben una palmada masculina en la espalda, y una mirada femenina curiosa. Estas nuevas chicas vestidas de azul que aparecen en cualquier forma, momento y lugar. Las que habitan una androginia que no les pertenece, y una feminidad apartada, constantemente escrudiñada. Las que se fuerzan a encontrar algún significado en recogerse el pelo en una gorra y jugar con la percepción que el mundo tiene de ellas. “Las chicas las cuales Dios ama, pero no lo suficiente para salvarlas”. Aquellas que se cuestionan la forma del amor que reciben. Las que deben ocultar que su cuerpo obedece a la Luna, porque ello alteraría el orden natural. Y que deben respetarlo. Porque su estadía en esta vida es condicional. Porque el tablero ya está dispuesto, y ellas sólo son peones. Porque nadie sabe lo que son capaces de hacer si llegan al extremo opuesto. Y fundamentalmente porque los jugadores quieren ocultar esa regla.

Pero la saben. Aprendieron a jugar por error y repetición. A sacudidas y silenciosa abstracción. Porque una chica vestida de azul debe vencer a la mortalidad que la acompaña todos los días. Debe vencer a la naturaleza siendo una con ella. Debe aprender lo que las demás como ella aprendieron; a trascender mediante la palabra y la memoria, que nadie más lo va a hacer por ellas. Todo ello para construir una viñeta, ya no para que el mundo la perciba, sino para que ella proteja a su pequeño mundo, lleno de una magia poco comprendida incluso por ella.


















Bibliografía cinematográfica:

1) Nånting måste gå sönder (Something Must Break) - 2014

2) Vestidas de Azul - 2024




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